A principios del siglo X las academias talmúdicas babilónicas habían caído en un profundo e irrecuperable declive por la intolerancia islámica. El centro del judaísmo se traslada, por poco tiempo, primero a diversas ciudades del norte de África y posteriormente se establecen en dos emblemáticas ciudades de al-Ándalus: Córdoba y Lucena.
Con el primer califato cordobés iniciado por Abd al-Rahmán III a finales del siglo X comienza la gran época del judaísmo español. Durante los siglos X, XI y XII las academias rabínicas de Lucena y Córdoba sentarán las bases y marcarán las directrices de vida para todo el mundo judío. Más tarde se sumarían las academias de Toledo y Barcelona.
Gracias a las academias cordobesas se inicia un renacimiento de las costumbres judías y de la lengua hebrea como vehículo de comunicación usual y expresión literaria tanto en prosa como en verso, alcanzando su máximo esplendor. De la fusión de aquellas lenguas surgió el ladino como vehículo de expresión y comunicación hispano-hebraico.
Muchos de los grandes rabinos, poetas, escritores, pensadores, científicos, médicos, juristas son españoles, dejando la mayoría de ellos una impronta indeleble en nuestra historia y muy en particular en la ciudad de Lucena
Nacimiento de la Academia talmúdica de Lucena.
Isaac ben Jacob Alfasi, nacido en Al-Qal’a de Beni Hammad (Argelia) en 1013 y fallecido en 1103 en Lucena, (España), también conocido como el “Rif”, fue un rabino e intelectual judío argelino y andalusí que estudió en la Yeshivá de Qairuan, en Túnez, bajo la dirección de los rabinos Nissim ben Jacob y Chananel ben Chushiel, dos reconocidas autoridades rabínicas de su época.
Habitó parte de su vida en Fez (Marruecos) pero en 1088 fue denunciado ante el gobierno por presuntas prácticas anti-islámicas viéndose obligado a huir a al-Andalus, estableciéndose en la ciudad judía de Eliossaná (actual Lucena).
Una vez asentado en Sefarad fue proclamado dirigente de la comunidad judía de Lucena y nombrado presidente de la prestigiosa ACADEMIA DE ESTUDIOS TALMUDICOS de la ciudad, provocando un renacimiento de los estudios del Talmud en la Sefarad de aquellos siglos. Tuvo discípulos brillantes destacando por encima de todos el Rabí Yosef ha-Leví ibn Migash. Posteriormente, otros brillantes filósofos, médicos, teólogos, astrónomos, matemáticos estudiaron en le referida Academia talmúdica. Su codificación del Talmud, conocida como el «Libro de las leyes» (Séfer ha-Halachot), trata sobre la Halajá (ley hebrea) y está a la misma altura que las obras de Maimónides y Yosef Caro. Alfasi resumió y ordenó numerosas discusiones pertenecientes al Talmud que hasta ese entonces se encontraban dispersas. Las compiló en su «Libro de las leyes», al que se conoce también como Talmud reducido.
Otro gran rabino, profesor de la Academia talmúdica fue Yoseph ibn Migash, nacido en Sevilla en 1077, durante el Califato de Córdoba. Era hijo de Meir Migash, un rabino prominente de gran sabiduría e influencia social, quien vivió en Sevilla. Su abuelo, Yoseph ibn Migash (Yoseph llevaba el mismo nombre que su abuelo, tradición habitual del pueblo judío) era también rabino y tuvo un papel muy importante en la corte real de Granada.
Cuando en 1.148 los almohades se apoderaron de Córdoba la Comunidad Judía se vio sometida a una terrible confusión. La mayoría de ellos tuvo que abandonar la ciudad por razones políticas. La llegada de los almohades prescribió una islamización obligatoria a los judíos, que se vieron obligados a elegir entre la apostasía, el destierro o la pena de muerte. Fue en ese tiempo cuando bajo la dirección de Isaac ben Alfasi la Academia de Estudios Talmúdicos hubo de ser clausurada.
La Consolidación de la Escuela de Estudios Talmúdicos de Eliossana se la debemos a Samuel ha-Levi ibn Nagrella, que probablemente estudió en Córdoba en la academia de ibn Hannoch, quien había huido de aquella capital como consecuencia de la proscripción beréber del año 1013. Ibn Nagrella, desde sus cargos políticos, nunca alcanzados anteriormente por ningún judío bajo el poder musulmán, protegió abiertamente a su pueblo: Como nagid tenía jurisdicción sobre todos los judíos del reino zirí y, por tanto, sobre la comunidad lucentina. Su política proteccionista debió reportar indudables beneficios a Eliossana, enclave judío de primer orden en aquellos momentos.
La preponderancia de los judíos lucentinos sobre los musulmanes, obligados a vivir como ciudadanos de segunda clase en el arrabal, sin posibilidad de pernoctar dentro del recinto amurallado; el mantenimiento de una fuerza militar propia y otras prerrogativas de índole jurídica y de gobierno, convirtieron a la hebrea Eliossana en una especie de república teocrática con un alto nivel de autonomía, logros debidos o impulsados sin duda por el visir granadino y mantenidos incólumes hasta la invasión almohade.
Paralela en el tiempo y relacionada directamente con la de Samuel ibn Nagrella, es la figura del citado ibn Gayyat, nacido en Lucena en 1038. Fue elevado al cargo de dayan o juez de los hebreos lucentinos y durante gran parte de su vida se constituyó en la piedra fundamental sobre la que se levantó el prestigio de la yeshivá o Academia de Estudios Talmúdicos de Lucena. Fue, sin duda, la figura más importante de la Lucena judía. Murió en Córdoba en el año 4849 (1089-1090) y fue sepultado en Lucena .
Un año antes de la muerte de ibn Gayyat había llegado a Eliossana quien le sucedería al frente de la aljama y la academia: Ishaq ibn Rabí Jacob ha-Kohem al-Fasí, uno de los mejores talmudistas de todos los tiempos, sólo aventajado por Maimónides.
Al-Fasí había nacido en Qal’à at-Hammad, cerca de Fez —de donde proviene su sobrenombre—. Discípulo del rabí Nissim ibn Rabí Jacob y del rabí Hananel, fue denunciado en su país por al-Ajab ibn al-Khalfa y por su hijo póstumo Hayyim, circunstancia por la que se exilió a Córdoba el año 1088, siendo recibido con grandes honores por el rabí Joseph al-Nasí. Desde Córdoba pasó a Eliossana —entonces ciudad orgullo de los judíos de occidente—, en la que permaneció hasta el día de su muerte, en el mes de Nisan de 1103.
Fuera de su labor cultural y docente, las noticias sobre al-Fasí son realmente escasas. El profesor Gonzalo Maeso escribió al respecto: “Al-Fasí fue una verdadera lumbrera del talmudismo medieval. La obra que le dio fama e influyó extraordinariamente en sus discípulos y en las generaciones siguientes fue la titulada Halakot, a manera de sistematización de todas las leyes y prescripciones jurídicas; es decir: un pequeño Talmud, como se le ha llamado por contener lo esencial del gran Digesto judaico.” Maimónides, que había de superarle con creces, le llama “nuestro gran maestro rabí Ishaq”, y dice de él que superó a todos los que antes de él habían intentado compilaciones análogas.
A la cabeza de la Academia de Estudios Talmúdicos, Ishaq al-Fasí, segundo gaón de Eliossana, irradiaba su sabiduría hacia los reinos cristianos del norte y los lugares del Mediterráneo musulmán en que moraban hebreos. La categoría intelectual de al-Fasí y sus dotes políticas y diplomáticas revelan la importancia de la Lucena judía, a cuyo rabinato mayor se accedía no sin disputa, siendo preciso gozar de reconocido prestigio. No asistiría al-Fasí al saqueo legal de la ciudad de Lucena por parte del jefe almorávide Yusuf ibn Tesufin, el año 1107. Fallecido poco antes, se conserva el texto laudatorio de su lápida sepulcral .
Correspondió a Joseph ibn Mair ibn Migash ha-Leví asistir como rabino mayor al pago del rescate con que obligaban los almorávides a la comunidad hebraica lucentina. Pasado el temporal y, aunque los gravosos impuestos continuaron pesando sobre las minorías en tiempo de Ali (1106-1143), los hebreos vivieron en paz en Lucena hasta prácticamente la desaparición de su judería. Igualmente se sabe que contó con un amplio número de discípulos, entre ellos el padre del celebérrimo Maimónides, Maymum be Joseph.
Para entonces, los días de la Lucena judaica estaban contados. Continuaba, sin embargo, funcionando la Academia dirigida por Joseph ibn Migash , produciendo ingenios poéticos que recoge Moseh ibn Ezra, entre ellos su propio hermano primogénito, al que distingue por la belleza y la suavidad de sus poesías, que vivió, y murió en Lucena en 1123.
Contemporánea es la célebre descripción que el viajero y geógrafo al-Idrisi realizó de Eliossana. Dice así: “Entre el Sur y el Oeste (de Cabra) está Lucena, la ciudad de los judíos. El arrabal está habitado por musulmanes y por algunos judíos; en él se encuentra la mezquita, pero no está rodeado de murallas. La villa, por el contrario, está ceñida de buenas murallas, rodeada por todas partes por un foso profundo y por canales cuyos excedentes de agua vierten en este foso. Los judíos viven en el interior de la villa y no dejan penetrar en ella a los musulmanes. Son allí los judíos más ricos que en algún país sometido a la dominación musulmana y están muy sobre aviso de las empresas de sus rivales. De Lucena a Córdoba se cuentan veinte leguas.” Tras la invasión almohade, las academias de Lucena, Sevilla, Córdoba y Granada fueron clausuradas para siempre y los judíos, perseguidos, buscaron asilo en los reinos cristianos.
La labor de los sabios judíos lucentinos en esta magna tarea cultural es evidente, aunque difícil de precisar. las investigaciones más recientes están dilucidando una cuestión decisiva: la de las relaciones de estos eruditos (de Lucena) y los que forman la llamada Escuela de Traductores de Toledo. Este eslabón, que une Lucena y Toledo, es de gran importancia para la cultura europea.