Revisando redes sociales me he encontrado esta mañana con la viñeta que ilustra este post. Un tuitero, sin pelos en la lengua y al que le concedo toda la razón, dice que llamar arte a unas fregonas de colores dentro de un cubo de basura es ofender a maestros como Miguel Ángel, Velázquez o Bernini. Y concluye en su tuit: «Esto es una puta mierda pinchada en un palo aunque se exponga en ARCO.» Sí, es verdad, esta “obra de arte” hecha con fregonas estuvo expuesta en ARCO de 2018.
Pero no es solamente ese bodrio lo que llamó la atención del atónito visitante, sino que muchas otras “obras” expuestas, incluso más espantosas y hasta con menos gracia que las fregonas multicolores en el cubo colgaban alovosamente en las paredes de la vanguardista exposición.
Los teleprogres de algunas cadenas televisivas se apresuraron a poner grito en el cielo cuando uno de los comisarios de la exposición retiró de un enorme muro blanco (para evitar males mayores, según dijo) una serie de fotografías pixeladas de una banda de delincuentes, presos en la cárcel de Soto del Real. El conjunto fotográfico se exhibía como una gran “obra de arte”.
En un año, según manifestaron los organizadores de ARCO 2018, la bodrio-exposición había perdido más de 100.000 visitantes, la mitad exactamente de los que la visitaron el año anterior. Elvira Mignoni, directora de una conocida galería comercial, manifestó que «A día de hoy ARCO no es un movimiento cultural, esto ya es otra cosa». Y tanto que lo es, yo no sé siquiera si llega a ser «cosa». Y añadió la galerista: «ARCO no es un museo, aquí venimos unos a vender y otros a comprar, es decir, a hacer negocio a costa de lo que sea.» A lo que yo añadiría: A vender, sobre todo, a clientes incautos que creen que el arte contemporáneo se encuentra en fregonas multicolores.
En una entrevista televisada, Albert Boadella dijo que «Picasso asestó un golpe mortal a la pintura.» Y añadió: » Como pintor me parece una mierda y el Guernica unos garabatos sin gracia.» Calificó al pintor como el gran destructor de la pintura afirmando que «por donde él pasó no volvió a crecer el arte«. Y añadió: «No entiendo cómo un hombre tan capacitado (lo demostró en sus primeros años) pudiese degenerar hasta el extremo de hacer un Guernica que no es otra cosa que un mal grafiti de la Historia». «Las tres cuartas partes de su obra —terminó el dramaturgo— son una mierda.»
Los que bien conocen la historia del Guernica cuentan que por aquellos años Picasso se encontraba en París pintando una alegoría sobre la fiesta de los toros, a la que era tan aficionado. Mensajeros del gobierno vasco en el exilio fueron a pedirle que dejara un testimonio pictórico del brutal bombardeo de la ciudad vizcaína de Guernica por la Legión Cóndor alemana y la Legionaria italiana. El pintor, que tenía el cuadro sobre la alegoría de la tauromaquia muy avanzado, practicó ciertos retoques al lienzo, le cambió el título, y lo vendió por un buen puñado de francos. Y así, todos quedaron contentos. No sé si esta historia es cierta pero, a veces, es bueno conocer la intrahistoria de los acontecimientos que fueron maliciosamente tergiversados.

Es posible que ARCO no sea otra cosa que una exhibición oportunista de galeristas sin escrúpulos en busca de negocio, pero llamar a eso ARte COntemporáneo me parece un despropósito impropio de un país que, como pocos en el mundo, dio tanta gloria a la pintura y a las artes; a la Buena Pintura, quiero decir, y a las Bellas Artes, también.
José Luis Palma Gámiz